Cartas bomba y el precio de la guerra
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Cartas bomba y el precio de la guerra

La guerra es así, solo son enemigos los otros, nosotros todos amigos
Centro de toledo ucrania
Visita de la ministra Margarita Robles a los militares ucranianos en Toledo. Foto: MDE
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Mientras escribo este artículo han pasado de tres a cuatro, luego a cinco y finalmente a seis las cartas bomba enviadas contra las embajadas de Ucrania y EEUU, las Fuerzas Armadas, el Minsiterio de Defensa, la Moncloa y una empresa de Defensa. Aún es pronto para saber nada, pero todo parece indicar que la invasión rusa de Ucrania y la lógica implicación de España en este conflicto, pues nos afecta, pueden tener algo que ver.

Por ahora, ni siquiera se sabe si esto es cosa de un loco en busca de notoriedad, de Rusia en busca de caos o incluso de la propia Ucrania en busca de mayor implicación de la OTAN. La cuestión es que está ocurriendo y si no lo hemos visto venir es que no hemos asumido bien qué está ocurriendo. España está en guerra, ni directamente ni indirectamente, está en guerra y punto. Enviamos armas y ayuda a una de las partes e intentamos ahogar con sanciones a la otra en una contienda en la que la gran alianza de la que formamos parte es uno de los contendientes, abiertamente o no, así que no debería extrañarnos que haya consecuencias.

En realidad estos no son los primeros ataques, todo empezó con los rusos apuntando con el gas y nosotros con las sanciones, nos disparamos mutuamente al bolsillo y no funcionó, así que pusimos armas sobre el terreno. ¿Tan raro sería que los compañeros de aquellos que mueren por esas armas decidan atacar al país que las fabrica y envía? Y eso si son los rusos, porque tampoco tienen porqué serlo, quizás hayan sido los propios ucranianos.

Nuestra implicación en la guerra es laxa, por llamarla de alguna manera, pero es. Le damos piedras al que las tira pero nos escondemos detrás de él. Y si el que recibe esas pedradas regaladas se enfada, al final el que las tira también y te terminará pidiendo menos cinismo y más ayudar a lanzar esas piedras. Y si para convencerte tiene que agarrarte por la pechera y ponerte a su lado, lo hará.

La cuestión es asumir lo que estamos haciendo y aceptar que habrá consecuencias, asumir que diplomacia no es más que un acuerdo tácito entre dos partes para poner cara de buenos con la que engañarse y dejarse engañar mutuamente delante de las cámaras y luego seguir a lo tuyo por detrás. No hay mucha diferencia entre llamarlo “operación especial” como hicieron los rusos o “envío de ayuda” como hacemos nosotros. La guerra es así, solo son enemigos los otros, nosotros todos amigos. Lo suyo está mal y lo nuestro bien y, a veces, pensar que lo nuestro está bien nos impide ver que puede tener consecuencias. Y las tiene, aunque vengan sin remite.



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